jueves, 27 de enero de 2011

28

Solía pasarme los días ocupado con mis cosas. Imaginando universos, fantaseando con series y peliculas. Dotando a mi existencia de algo más que lo físico. Puede que todo esto tenga que ver con una infancia algo solitaria, aunque no fui infeliz. Aprendí, quizás , a disfrazar mi falta de acontecimientos relevantes con una capa de pintura ensoñadora.

Solía no pensar en el amor como algo inminente. Como todo adolescente, experimentaba y exploraba todo lo referente a mi sexualidad , marcada en mi caso por el falso estigma de ser diferente al cánon establecido por la Sociedad, la Iglesia, etc.. Tampoco creo que me afectara tanto llevar esa etiqueta, incluso cuando creía que nadie más la veía excepto yo.

El caso es que no pensaba en el amor pero creía en él. No tenía nada de prisa por verlo aparecer. Hubo ocasiones sexuales entre medias, pero hablamos de amor y yo lo veía como algo lejano pero firme.

Un buen día algo en mi despertó y decidió que no podía esperar más. Quería amar, quería... miento: Quería que me amasen, que me quisieran por como soy, aprender todas esas cosas que jamás supe y poner en práctica aquellas que tenía memorizadas.

Oh, !Sería tan grande! Tal vez un joven y guapo vampiro se acercase a mi de noche para susurrarme los peligros que me podrían acechar y una cosa llevaría a la otra hasta descubrir que él es mi alma gemela, el que me cuidará de todos los peligros. El perfecto.

Y en el mismo instante en el que decides buscarlo, te da el bajón de pensar que jamás lo vas a encontrar. Una suerte y una desgracia al mismo tiempo. ¿Quién va a quererme? ¿Qué van a ver en mí? ¿Soy acaso suficiente? ¿Soy algo?

Las cosas siguen su curso y aprendes a decepcionarte, a ilusionarte, a dejar de buscar y a continuar en ello...Y te encuentras a ti mismo manteniendo una conversación trivial en una red social con alguien que te agrada. El tiempo da un salto de gigante hacía delante y, trás las cosas que eran , son y jamás volverán a ser, te ves a ti mismo deseando abrazar a esa persona. Temblando cuando el avión aterriza, pisando el suelo con firmeza y dando pasos de bebé porque tus piernas no pueden avanzar más.

Te ves a ti mismo cruzando una puerta que te permite ver, ahora si, a esa persona que has aprendido a querer poco a poco, cuyo destino se ha cruzado con el tuyo como una tela de araña que te atrapa sin avisarte, a su ritmo.

Y te acercas..y lo besas. Y es el primer beso. Vuestro primer beso. Mi primer beso con él.

Lo agarras del brazo, lo tocas, no dejas de mirarlo. Parece que se te vaya a escapar de las manos. Y aún así, precaución. Ambos sabeis lo fácil que es que el corazón se te rompa en pedazos y lo dificil que cuesta volverlo a pegar. Disfrutas de eso que te cuesta llamar AMOR, pero que una vez que lo haces no te arrepientes.

Y todos aquellos años merecieron la pena. Las situaciones de burla ante lo empalagoso y pasteloso que resultaban las parejas de enamorados, la indiferencia hacía todo en general, el esperar que algo te caiga del cielo,...

Aprendes a besar al amor, a abrazarlo, a convivir con él, a despedirte cada cierto tiempo y a recibirlo con alegría cuando toca. Es la historia de ambos. Muchos podrán opinar, pero es de ambos y en eso la conviertes.

Y maduras con cada sonrisa que te provoca acordarte de los momentos juntos; Te das cuenta que no todo es tan fácil y alegre. Hay cosas que surgen, problemas más o menos importantes que juntos hablais y solucionais. El amor perfecto de cuento no existe y, aún con eso, te parece que el tuyo lo supera.

Y cada noche os deseais buen sueño y os mandais besos a través de la distancia.

Es curioso como aquel niño que imaginaba cosas para pasar el rato se encuentre el día de hoy pensando en cada acontecimiento que ha vivido con la que es su pareja. Precisamente hoy. Aún sintiendo el hormigueo que suele sentir cuando estas a punto de verlo, de hablar con él, de besarlo.

Precisamente hoy. Faltando horas para el segundo aniversario.